20 diciembre, 2007

POR EL PLACER DE COMPONER...



Raquel García Cancho,
6º de Primaria.


El frío llegó de pronto y en el colegio empezaron a poner la calefacción. Las hojas se caían de los árboles por el viento helado que venía. Nosotros, en clase, estábamos bien, sin pasar frío. Todos los percheros se volvían a llenar de abrigos, bufandas y otras prendas. Nadie quería salir al patio, las pistas estaban llenas de hielo. Temíamos esnucarnos con una piedra por un tonto resbalón, así que nos quedamos en clase y nos pusimos a jugar a las cartas evitando accidentes.


Aquella mañana fue la más friolera que he visto.
Alfonso González Gallego,
6º de Primaria.

Las aguas bajan cristalinas. El arroyo contrasta perfectamente con la verde llanura que había junto a las montañas en las que nacía. Peladas por la nieve, reflejaban una pradera de un color verde intenso. Los tonos de la Naturaleza son muy bonitos; aún más con el cielo, tan claro como las aguas del arroyo junto al que escribo este relato. Aquí me inspiro como un pintor en el paisaje que me rodea. Tanto en la pradera como en las montañas, tanto en el suave arroyo cristalino como en el cielo de color azul claro que está sobre mi cabeza.
Diego Manzano Yugo,
6º de Primaria.

Ayer apareció muerto el copista de la ciudad. Decían que le había asesinado un familiar; pero yo creo que es por envidia, ya que era el mejor copista del país.
Cuando fui al monasterio, le encontré muerto en el suelo con un vaso que tenía veneno. Era amigo mío y me caía muy bien, así que pensé que debería investigar el caso.
- ¿Eres tú el único que está aquí? -pregunté al mayordomo.
- Sí -me respondió.
En ese momento supe que había sido él y le puse las esposas. Después, le mandé a comisaría.
No, si al final voy a servir para detective...
Paula García-Almonacid Martínez,
6º de Primaria.

Muchas noches la niebla difuminaba los bultos de las personas con las que me cruzaba. Aquellos tiempos eran distintos. Yo trabajaba de farolero, un oficio un poco cansado ya que era por la noche, tenía que alzar el brazo y me recorría todo el pueblo. En cambio, todo el mundo me conocía.
Como decía, antes era distinto. Ahora, la tecnología ha cambiado. Todos los que trabajábamos de faroleros, ahora somos mayores. Quizá, yo estaré muerto cuando alguien lea esto. Espero que sigáis contando como eran aquellos tiempos.
Noelia Manjavacas López,
6º de Primaria.

De pronto llegó el frío. Ya era invierno y todos los escaparates de las tiendas estaban llenos de abrigos y ropa de temporada. También se podían ver arbolitos y decoración navideña.
Este año, en casa de Enrique no habría nada de esas cosas. No tenían dinero y se tendrían que conformar con lo que tenían. El trabajo de su padre, escaseaba. Era un copista que reproducía libros y se los vendía a sus vecinos, de forma que ganaba poco dinero y apenas le daba para comer.
Aún así, Enrique tenía la satisfacción de que estaba rodeado de unos buenos vecinos y amigos, que no le abandonarían en esas frías tardes de invierno.
Laura Algora Cancho,
6º de Primaria.

El copista apareció muerto en su despacho. Estaba muy enfermo, pero no quería parar de trabajar. La enfermera le llevaba una medicina que mezclaba con un veneno. Cuando la secretaria del copista le vio muerto, inmediatamente llamó a los detectives.
- ¿Quién ha matado al más famoso de los copistas? -preguntó un detective.
- No lo sé -respondió la secretaria.
- ¿Dónde está la enfermera? -dijo otro detective.
Hubo un breve silencio.
- Yo sospecho de ella - comentó la secretaria.
- Sí, eso parece -dijo el detective.
Cuando fueron a buscarla, encontraron que la ventana de su habitación estaba abierta de par en par; la enfermera había huido con un valioso botín: un manuscrito de la época de los templarios. Tras unas investigaciones, dieron con la enfermera en casa de su compinche.
Allí fueron detenidos y acusados de asesinato.
Paula García-Almonacid Martínez,
6º de Primaria.

Ayer por la tarde me hicieron un dictado de Música. Después nos acercamos al piano, porque me gusta cantar con Alicia mientras ella improvisa. Cuando quiere, toca muy bien. Las notas fluyen alegremente de sus dedos, y me quedo embobada mirando sus manos. En el concierto de Sonia, también me pasó eso. Sonia, la madre de mi amiga, canta en un grupo de rock del barrio.
Recuerdo ese concierto porque fui con mis padres, que también cantan y han grabado una maqueta que ya está en una discográfica. A mí me gusta lo que suelen componer. De hecho lo canto todas las mañanas en la ducha; aunque el vecino da golpes en la pared, porque dice que le molestan mis berridos.
Daniel Salazar Martín,
6º de Primaria.

Los faroleros no paraban de encender farolas por la niebla que había. Era una noche muy oscura y dura para ellos. Además, a las dos de la noche comenzó a llover. Mi familia y yo les ayudamos y así quedaron encendidas todas.
- Muchísimas gracias -dijo uno de los faroleros.
- De nada -contestamos mi familia y yo.
Y nos fuimos muy contentos a nuestra casa a disfrutar de una larga noche de Navidad.
A los tres días hacía un poco más de buen tiempo y al atardecer les volvimos a ver y ya no tenían ninguna dificultad.
Almudena Salvatierra Castro,
6º de Primaria.

El monje, que se encargaba de las ciencias, salió de su habitación y regresó a aquella sala donde había dejado al copista escribiendo la última vez que pasó por allí. Sin embargo, ahora estaba muerto sobre el libro y avisó al guardia que acudió velozmente a la sala.
Lo publicaron todos los periódicos. Estaban impacientes por saber si había sido un asesinato. Y en ese caso, si había muerto envenenado.
Nadie sabía nada. Todos aguardaban más información. El célebre científico cada vez juntaba más pruebas. No paraba de trabajar. Al final, una mañana descubrió lo que había pasado: alguien había puesto veneno en la bebida.

Había sido otro monje del monasterio que estaba hipnotizado.
Raquel García Cancho,
6º de Primaria.

Intentaba buscar la siguiente calle, entre la niebla. Iba con mucho cuidado. No quería tropezar con una piedra y caer al suelo. Comenzaba a hacerse de noche. Cada vez había más farolas apagadas y estaba más oscuro. Una ráfaga de viento apagó las que quedaban. Una sombra se aproximaba. Cuanto más se acercaba, más miedo tenía. Cuando llegó hasta mí, comprobé que se trataba del farolero. Había venido a encender las luces.
Se me quitó el miedo. Hasta la niebla iba cesando. Me dirigí al orfanato. De vez en cuando, visitaba a los niños de allí. Les conté mi aterradora historia, les di unas pesetillas y me fui. Al salir, iba pensando: "Esto de venir con tanta niebla es muy..."

En ese momento choqué contra algo y grité:

- ¡Ahhh! ¿Pero todavía está usted aquí?

- Sí. ¿Me da una cerilla? -dijo el farolero.

"Menuda noche", continué pensando sin cesar mientras salía del pueblo.
Jorge Román Capilla,
6º de Primaria.
En un monasterio del siglo XVII, donde había un centenar de copistas, entró un hombre encapuchado y tiró dos tiros al techo. Luego, dijo:
- Dejo tres noches para que hagáis diez copias del libro "Tiendas de armas", o si no, os mastaré.
Llegó el día indicado y sólo un copista quedaba en aquella sala cuando volvió el encapuchado de nuevo y preguntó:
- ¿Dónde están las diez copias del libro?
- Sólo yo he trabajado, pero tengo seis copias únicamente. Los demás se han ido a otro monasterio -contestó el copista.
- Dime cómo se llama ese monasterio -exigió el encapuchado.
- Sí -dijo el copista- Se llama el monasterio de El Paular.
(continuará...)
Karen Paulina Molina Echeverría,
6º de Primaria.

Han asesinado al copista más importante de América y Europa. "¿Quién habrá sido?", se pregunta su familia, mientras lloran en silencio.
El hijo del copista juró encontrar al asesino. Los detectives más famosos han venido a resolver el caso. Pasados unos días se perdieron las pistas. Los detectives se peleaban porque pensaban que se ocultaban pistas unos a otros.
Pasados unos meses, desapareció el cuerpo del copista. Todos estaban asustados. Desde ese momento la gente moría sin venir a cuento. También desaparecían los libros del copista. El detective más viejo dijo:
- Ya no puedo más.
Se marchó de allí, y los demás le siguieron, menos el más joven de todos que había encontrado un libro donde estaban algunas pistas y una nota que ponía: "Si quieres más pruebas tienes que encontrar el cuerpo de mi hija que está enterrado en el jardín; pero sólo tienes un día. Si no quemaré la casa y moriréis todos".
Pasado ese tiempo, el jardinero se encargó de quemar la casa con todos los familiares que estaban allí. Nunca se supo más del caso. La gente, horrorizada, no hablaba.
Mucho después, en el 2010, se construyó un internado. Allí llegó un chico joven igual que el detective. Querían resolver el caso porque habían encontrado las notas que no se habían quemado. Al final, el chico que escribía las notas no murió, pero se convirtió en monstruo.
Los chicos resolvieron el caso, pero no se lo podían decir a los policías. Pensaban que se burlarían de ellos. Sin embargo, no fue así. Detuvieron al monstruo, la hija y el copista revivieron, y también su familia; y hasta el detective.
Marta Reinoso Albarrán,
6º de Primaria.

Cuando iba a casa de Sara me encontré al farolero haciendo su trabajo como siempre.
- Buenas noches -dije yo.
- Buenas noches -me respondió.
Al volver estaba con la misma farola, parecía estar peleando con ella.
- ¿Le ayudo? -pregunté.

- Si puede... -contesto él.
Entonces le ayudé y me lo agradeció. Luego, siguió haciendo su trabajo y yo me fui a casa de mis tíos. Allí me estaba esperando toda mi familia para poder cenar y marcharnos a casa a dormir y a ver la tele como todos los domingos.
Después de cenar tranquilamente, cuando íbamos de camino a casa, nos cruzamos de nuevo con el farolero, que seguía alumbrando toda la calle mayor.
Y me guiñó el ojo.
Daniel Salazar Martín,
6º de Primaria.

El copista Pedro López ha sido asesinado. La policía está buscando a un asesino que mató en dos veces: primero le durmió, y luego lo apuñaló. Yo estuve hablando con la poli y les dije:

- Quien le asesinó, le tenía que conocer bien.

El policía exclamó entonces:

- ¡Es el cocinero! ¡Claro, le conocía perfectamente!

Fuimos corriendo a la cocina. El chef confesó que le había matado porque no paraba de criticarle por sus comidas. Al final, le condenaron a un año de cárcel. Estará muy vigilado cuando salga.

Pedro López fue enterrado a los cinco días de su muerte.
Diego Manzano Yugo,
6º de Primaria


El híper estaba hasta arriba de gente. Tenía la carta a los Reyes y apuntaba sin parar, mirando en Juguetilandia unos juguetes muy chulos de Pressing Catch. De pronto la vi: era la Wii. Mi madre me miró. Estaba embobado. En ese momento exclamé:

- ¡Ojaslá! tenga la Wii.

- ¡Yo no la quiero! -gritó mi hermano.

Así que no la tengo todavía, porque mi hermano no quiere colaborar.
Laura Algora Cancho,
6º de Primaria.

Hacía mucho frío. Había que tener cuidado con lo que se pisaba. La niebla descendía lentamente. Todo se veía mucho peor. Yo seguía con la misma rutina de todas las noches: encender las farolas. El trabajo era duro. Ir encendiendo las farolas del pueblo no era nada fácil.
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Aquella noche de Navidad todos comían pavo y cantaban villancicos al calor del fuego de la chimenea, mientras yo me helaba de frío haciendo mi trabajo.
Noelia Manjavacas López,
6º de Primaria

El copista estaba sobre la mesa con un puñal en la espalda, sangrando. La estremecedora imagen hizo que todos los habitantes de aquel pequeño pueblo desconfiaran los unos de los otros. No en vano, era uno de los pocos que aún quedaba en ese oficio, muy querido por unos y muy odiado por otros, porque no les encargaban a ellos los libros.
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Ese invierno la gente no se atrevía a salir de sus casas. La policía envió a un agente a coger huellas. Pasaron días e incluso meses. Con el tiempo se descubrió lo evidente: había sido asesinado por envidia.

17 diciembre, 2007

Adela García Abadillo,
6º Primaria (prueba)
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En la plaza del Ayuntamiento de Getafe hay un monumento muy raro por el que escurre agua. Es una piedra con aristas que tiene forma de dado grande y extraño, y que me parece bastante fría. Me refiero a lo emocional, naturalmente. Alrededor han puesto un borde de granito, que intenta parecer un pilón algo especial de forma cuadrada. La gente joven acaba sentándose, sobre todo la que espera a alguien porque ha quedado. No hay mucho sitio, la verdad.
El lugar, por otra parte, no es muy cómodo; la plaza hace cuesta, y todo está como inclinado hacia abajo, como si los reformadores de todas las épocas históricas tuvieran un objetivo común: que mirásemos la fachada del Ayuntamiento. De espaldas a ella, siempre a contracorriente, estaba Nachete leyendo "Las Brujas" para matar el tiempo.
Nachete me gustaba. Le hacía esperar a propósito, porque según mi hermana mayor así tiene que ser este arte. Al verme, buscó la señal que se le había quedado varias páginas más atrás, la colocó y cerró el libro.
- Jo, tía... Si te descuidas llegas con un siglo de retraso -me soltó el muy bestia a modo de saludo.
- Lo siento -respondí- Se me olvidó cambiar la hora.
- ¿Qué hora? ¡Es que no sabes ni mentir! -dijo mientras se bajaba de un salto del pilón- El cambio de hora fue el fin de semana pasado.
- Listo. Me refería a que no pude avisarte para quedar más tarde. Me quedé sin batería en el móvil... que eres un listo.
Y así nos pasamos la tarde, de morros como siempre... que yo no sé para qué quedamos.